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Diseñar para vivir mejor: cómo el entorno construido para un envejecimiento saludable puede alargar la healthspan

Entorno construido y envejecimiento saludable
En una Europa cada vez más longeva, la pregunta no es cuánto viviremos, sino en qué condiciones lo haremos. ¿Estamos diseñando un entorno construido para un envejecimiento saludable para un envejecimiento saludable que permita a las personas seguir participando activamente, con autonomía y bienestar, más allá de los 65?

Lifespan vs Healthspan: vivir más o vivir mejor en un entorno construido para un envejecimiento saludable 

Durante años, el indicador de éxito fue la esperanza de vida (lifespan). Pero hoy, la atención se ha desplazado hacia la healthspan: los años vividos con salud, independencia y capacidad funcional.

En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala:

«El envejecimiento saludable se define como el proceso de desarrollar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez.»

No se trata solo de evitar enfermedades, sino de crear las condiciones para que las personas mayores puedan continuar aportando, aprendiendo, conviviendo y tomando decisiones sobre su vida. Y para ello, el entorno construido para un envejecimiento saludable tiene un papel esencial.

La diferencia entre lifespan y healthspan es fundamental: mientras la primera se refiere al número total de años vividos, la segunda mide cuántos de esos años se viven en buenas condiciones de salud física, cognitiva y emocional. En muchas sociedades desarrolladas, el crecimiento de la esperanza de vida no ha venido acompañado de un aumento proporcional de la calidad de vida. Aumentar la healthspan debe convertirse, por tanto, en el nuevo objetivo compartido entre urbanismo, salud pública y políticas sociales.

Diseñar espacios para la funcionalidad en el envejecimiento saludable

El modelo clásico de residencias centradas en la asistencia médica y el cuidado pasivo está siendo cuestionado. Hoy se busca un diseño que prolongue la funcionalidad y la participación, y que permita a las personas mayores mantener su independencia el mayor tiempo posible.

Esto implica pensar en:

  • Espacios que promuevan la actividad cotidiana: cocina, jardín, lectura, escritura, paseo
  • Itinerarios seguros, accesibles, sin barreras arquitectónicas
  • Ambientes con luz natural, buena ventilación, temperatura estable
  • Materiales no tóxicos y que minimicen riesgos

 

El bienestar de las personas mayores está estrechamente vinculado a su capacidad de moverse con libertad y seguridad en su entorno inmediato. Por ello, las viviendas deben permitir ajustes progresivos sin necesidad de una mudanza abrupta o costosa.

Senior living: hacia modelos intergeneracionales y activos

El senior living no debe limitarse a ofrecer zonas comunes y asistencia. Debe contemplarse como una infraestructura de bienestar y participación.

Esto implica incorporar:

  • Espacios de coworking o mentoría, donde personas mayores puedan continuar compartiendo experiencia
  • Talleres, huertos y actividades culturales que permitan seguir aprendiendo y expresándose
  • Zonas pet-friendly, ya que los animales son un importante factor de bienestar emocional
  • Comedores con alimentos frescos, menús adaptados y propuestas de cocina saludable

 

Los modelos intergeneracionales son particularmente valiosos, porque permiten que las personas mayores mantengan vínculos con otras edades, compartiendo conocimientos y evitando el aislamiento.

Además, el diseño debe evitar la infantilización de las personas mayores. Se trata de reconocer su trayectoría vital, sus saberes acumulados y su deseo de seguir contribuyendo de forma activa a la sociedad. El objetivo no es «acomodar», sino empoderar.

Transiciones vitales: repensar el papel de la vivienda

La OMS afirma:

«El envejecimiento está relacionado con una serie de transiciones en la vida, como la jubilación, el traslado a viviendas más apropiadas, la aparición de enfermedades, o el fallecimiento de amigos y compañeros. En muchos casos, estas transiciones son motivo de gozo; en otros, pueden ser difíciles

Que una organización internacional mencione expresamente la necesidad de trasladarse a viviendas más apropiadas pone sobre la mesa una cuestión fundamental: el entorno habitacional debe acompañar, no dificultar, las transiciones de la vida.

Muchas personas, al llegar a la jubilación, se encuentran con viviendas no adaptadas, escaleras imposibles, barrios mal conectados y servicios que no responden a sus nuevas necesidades. Esto obliga a mudanzas forzadas, muchas veces traumáticas, o bien a permanecer en entornos que afectan negativamente a su salud física y emocional.

La planificación urbana debe anticipar estas transiciones y ofrecer alternativas reales: desde viviendas modulares y adaptables hasta comunidades de senior living diseñadas desde una perspectiva de autonomía, funcionalidad y conexión intergeneracional, pensados no como soluciones de emergencia, sino como opciones deseables y sostenibles.

«Diseñar entornos adaptados al envejecimiento no consiste en responder a una emergencia demográfica, sino en revalorizar el conocimiento acumulado, la autonomía y la capacidad de las personas mayores para seguir formando parte activa de nuestras comunidades.»

Continuidad en la participación comunitaria y económica

Una de las grandes falacias de nuestras sociedades es asumir que, al llegar a cierta edad, las personas pierden su capacidad de contribuir. Este prejuicio genera un desperdicio de talento, experiencia y redes de cuidado.

En lugar de fomentar la desconexión, deberíamos impulsar la continuidad en la participación comunitaria, cultural y económica. Esto puede traducirse en:

  • Actividades de mentoría o acompañamiento intergeneracional
  • Voluntariado estructurado desde el urbanismo (huertos, bibliotecas, centros vecinales)
  • Trabajo a tiempo parcial o por proyectos
  • Formación continua y acceso digital adaptado

 

Todo ello requiere diseñar espacios flexibles, abiertos y equipados tecnológicamente para incluir a todos los grupos de edad. La inclusión no es solo una cuestión de accesibilidad física, sino también de dignidad y pertenencia.

El papel de las políticas públicas y el Real Estate

El crecimiento de la población «silver» requiere respuestas estructurales:

  • Fomentar la construcción y rehabilitación de viviendas adaptadas
  • Estimular modelos de vivienda colaborativa e intergeneracional
  • Establecer incentivos para diseños accesibles y funcionales
  • Incluir la perspectiva de la salud en el urbanismo y en los programas de vivienda
  • Impulsar certificaciones como WELL, BREEAM o Passivhaus con criterios específicos para envejecimiento activo

 

El sector inmobiliario puede liderar este cambio, no solo desde la promoción, sino también desde la evaluación, la rehabilitación y la planificación del parque construido. Desde UVE Green, creemos que la colaboración entre el sector público, el privado y la sociedad civil es clave para dar forma a comunidades verdaderamente sostenibles.

Reflexiones

Diseñar para el envejecimiento no es una tarea futura. Es una necesidad presente.

La longevidad no debe percibirse como una carga, sino como una oportunidad para reinventar la forma en que construimos, trabajamos y convivimos. Cuanto más participativas, saludables y adaptables sean nuestras viviendas y comunidades, mayor será nuestra capacidad colectiva para afrontar los retos de una población que ya no solo vive más, sino que aspira a vivir mejor.

No podemos permitirnos seguir diseñando espacios que excluyen a quienes han contribuido durante toda su vida. Invertir en entornos adaptados, dignos y funcionales no es solo una cuestión de justicia social: es una estrategia inteligente para el futuro.

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