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Turismo sostenible y vivienda: hacia un modelo equilibrado y resiliente

El turismo en España sigue siendo un motor clave de crecimiento económico, con aportaciones que rondan el 13 % del PIB. Sin embargo, en muchos barrios costeros y cascos históricos, los vecinos perciben un aumento de la presión sobre el parque residencial que trae consigo procesos de gentrificación y ciertas actitudes de rechazo al visitante. Más que un enfrentamiento, estos síntomas señalan la necesidad de replantear nuestro modelo turístico. Surge entonces la idea y la necesidad de valorar no solo la cantidad de visitantes, sino la calidad de su experiencia. Imaginemos un turismo donde la conservación del entorno y el bienestar de quienes habitan el destino sean tan relevantes como el volumen de pernoctaciones. Para que esta propuesta se convierta en realidad, hacen falta espacios de colaboración público-privada, marcos de seguridad jurídica y recursos con objetivos claros y medibles.

Diagnóstico del modelo turístico actual

El peso del turismo en la economía española es notable, pero esta bonanza paralela convive con tensiones muy palpables en el terreno local. Barrios que antaño vivían de la proximidad se enfrentan a subidas de precios de alquiler y compraventa que empujan a muchos residentes a replantearse su permanencia. Al mismo tiempo, brota lo que se ha llamado turismofobia, un conjunto de reacciones que, lejos de ser espontáneas, muestran un descontento que merece ser escuchado y atendido.

La turismofobia no surge de la nada: se ha visto representada en grafitis de “go home”, en acciones simbólicas que tratan de ridiculizar al visitante y, en casos más extremos, en mensajes que llegan a deshumanizar a quienes viajan a nuestros destinos. No se trata de demonizar al turista; al contrario, puede interpretarse como una llamada de atención sobre la falta de mecanismos efectivos para equilibrar beneficios y costes .

Algunas voces del sector apuntan hacia un punto de inflexión. Gabriel Escarrer, por ejemplo, ha subrayado en Baleares la importancia de un recibimiento basado en la hospitalidad y la reciprocidad. Otros líderes, como Amancio López, plantean decidir si buscamos “más turistas o mejores turistas”, dando prioridad a la desestacionalización y a un gasto medio más elevado.

Del turismo de masas al turismo de valor añadido

El modelo tradicional de sol y playa ha demostrado su eficacia para atraer grandes flujos de visitantes, pero también ha mostrado sus límites. Las largas colas para llegar a las playas, la saturación de servicios y la estacionalidad acentuada evidencian un desequilibrio que impacta tanto en residentes como en los propios turistas.

En contraste, el turismo de valor añadido se centra en experiencias personalizadas, alojamientos con identidad (hoteles boutique, paradores históricos) y un compromiso más consciente con el entorno. Los datos indican que este perfil de viajero está dispuesto a invertir más en confort y autenticidad, lo que contribuye a desestacionalizar la demanda y a fomentar un reparto más homogéneo del beneficio económico.

Ejemplos como Paradores de Turismo, que opera en edificios con valor patrimonial y apuesta por la sostenibilidad, o las iniciativas de agroturismo en áreas rurales, ilustran cómo la diferenciación de producto puede ir de la mano de la rentabilidad y la conservación.

Pilares para un modelo sostenible y resiliente

Construir un modelo turístico más equilibrado pasa por reconocer que los beneficios no pueden obtenerse a expensas de las comunidades locales ni del entorno natural.

En este sentido, el eje social plantea un enfoque 360° para ampliar y diversificar el parque residencial, atendiendo a todos los segmentos de población. Además de programas de construcción de vivienda pública y asequible, es fundamental incentivar la iniciativa privada para desarrollar vivienda residencial premium, media y social mediante licitaciones competitivas en suelo público y privado. A esto se suman medidas directas, como bonos de alquiler para colectivos vulnerables y exenciones fiscales a propietarios que ofrezcan contratos de larga duración a precios moderados. De esta forma, se amplía la oferta en todas las tipologías: desde viviendas destinadas a familias con bajos ingresos hasta residencias diseñadas para profesionales o nómadas digitales, garantizando un acceso equitativo y sostenible en las zonas más demandadas.

El aspecto medioambiental y climático recluta a su vez a destinos y operadores en una alianza con la naturaleza. Sellos como Biosphere o EarthCheck no deben interpretarse como diplomas, sino como hojas de ruta prácticas para optimizar el uso de agua y energía, minimizar residuos y preparar infraestructuras frente a eventos extremos. De este modo, cada kilovatio ahorrado o cada metro cúbico regenerado se convierte en un activo competitivo que mejora la experiencia del visitante y refuerza la resiliencia local.

Por último, el ámbito económico abre la puerta a inversiones que refuercen la resiliencia comunitaria. Apostar por un turismo de valor añadido no solo genera ingresos más sólidos, sino que permite destinar recursos a infraestructuras clave: transporte público eficiente, sistemas de abastecimiento y depuración de agua renovados, espacios verdes urbanos y equipamientos culturales conviven con alojamientos de calidad.

En este marco, la seguridad jurídica y la transparencia son esenciales. Un registro público de alojamientos y un observatorio de precios facilitan la monitorización del mercado, mientras que los contratos por resultados amplían su alcance: además de indicadores de desestacionalización o reducción de huella de carbono, pueden incluir objetivos de inversión en infraestructura local. De este modo, la financiación privada queda condicionada a contribuciones tangibles —kilómetros de carril bici construidos, mejora de redes de saneamiento o restauración de espacios públicos— que benefician a residentes y visitantes por igual.

«Solo si estos tres pilares —social, medioambiental y económico— se despliegan de manera coherente y colaborativa, podremos avanzar hacia un turismo que genere valor real y duradero para residentes, visitantes y territorio.


En UVE Green creemos que la clave está en la cultura del diálogo y el liderazgo compartido: avanzar sin cronómetro, pero con objetivos claros, midiendo cada paso y ajustando la ruta según aprendamos en el camino».

Hoja de ruta colaborativa

Los siguientes pasos podrían articularse con:

Legislación clara de Vivienda Vacacional, con límites de licencias por zonas y un registro accesible a todas las partes.

Contratos de rendimiento para financiar proyectos turísticos, con desembolsos condicionados a resultados verificados.

Comités mixtos que evalúen periódicamente los avances y permitan ajustar objetivos.

De esta forma, los recursos públicos y privados se orientan hacia metas alineadas con la cohesión social y la sostenibilidad.

🌱Reflexiones finales

Redefinir nuestro modelo turístico no puede entenderse como un experimento improvisado, sino como una apuesta colaborativa que integre el bienestar de residentes, la calidad de la experiencia y la protección del entorno. Los instrumentos existen —bonos de alquiler, certificaciones, contratos de rendimiento—, pero requieren voluntad política, niveles de cooperación real y transparencia en su ejecución.

La pregunta que nos queda es si estamos dispuestos a asumir este reto de manera colectiva. ¿Podrá tu ciudad convertirse en la próxima referencia de turismo responsable en Europa?

En UVE Green creemos que la clave está en la cultura del diálogo y el liderazgo compartido: avanzar sin cronómetro, pero con objetivos claros, midiendo cada paso y ajustando la ruta según aprendamos en el camino.

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