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ESG en la era Trump: ¿Punto medio entre la sobre regulación y la negación climática?

El debate sobre la sostenibilidad empresarial y las regulaciones ambientales vuelve a encenderse con el posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Su primera administración se caracterizó por un enfoque de desregulación, eliminando o debilitando numerosas normativas ambientales con el argumento de liberar a las empresas de cargas innecesarias. En contraste, la administración Biden ha impulsado regulaciones ESG (Environmental, Social, and Governance) con mayor rigor, buscando acelerar la transición hacia un modelo económico sostenible.

Un contexto de incertidumbre

el sector inmobiliario, que ya enfrenta retos como el acceso a financiación sostenible y la implementación de certificaciones ambientales, se pregunta: ¿qué impacto tendrá un nuevo gobierno de Trump en el desarrollo del entorno construido sostenible? ¿Se desmoronará el avance normativo o se alcanzará un punto medio sensato entre la regulación excesiva y la negación de los riesgos climáticos?

El giro político y su impacto en la inversión responsable

Si algo ha quedado claro es que la sostenibilidad empresarial ya no es solo una cuestión de regulación gubernamental, sino también un factor clave en la toma de decisiones de los inversores. Durante el mandato de Biden, se promovieron iniciativas como la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), que destinó miles de millones de dólares a proyectos sostenibles. Si Trump vuelve al poder, es probable que muchas de estas medidas sean revertidas o al menos ralentizadas. Su enfoque en la desregulación podría significar:

  • Reducción de incentivos fiscales para proyectos de energía renovable y construcción sostenible.
  • Menor presión regulatoria sobre los requisitos de eficiencia energética en nuevos desarrollos inmobiliarios.
  • Un renovado impulso a industrias como el petróleo y el gas, en detrimento de la electrificación y descarbonización del sector.

 

Sin embargo, la falta de regulaciones no significa que las empresas puedan ignorar la sostenibilidad empresarial. Grandes fondos de inversión y bancos han integrado criterios de inversión responsable en sus modelos de negocio, impulsados por el interés de los accionistas y la necesidad de mitigar riesgos a largo plazo. Es decir, incluso sin un marco regulatorio estricto, el mercado podría seguir demandando medidas ESG, pero con menor intervención gubernamental.

ESG entre la economía de mercado y la acción climática

El argumento de la administración Trump a favor de la desregulación se basa en la idea de que el mercado, por sí solo, encontrará soluciones eficientes sin necesidad de una normativa estricta. Por otro lado, los defensores de un marco de sostenibilidad empresarial robusto consideran que sin regulaciones claras, muchas empresas priorizarán el corto plazo en detrimento de la sostenibilidad.

En el sector inmobiliario, la regulación ESG ha sido clave para establecer criterios objetivos de eficiencia energética y emisiones de carbono. No obstante, algunos promotores consideran que el exceso de normativas y certificaciones puede retrasar proyectos y elevar costes. Un punto medio sensato podría ser:

  • Establecer estándares de inversión responsable flexibles que permitan la adaptación a distintas realidades del mercado.
  • Fomentar incentivos fiscales y financieros en lugar de regulaciones restrictivas.
  • Reforzar la transparencia en la información ESG para que sean los inversores quienes premien o castiguen las estrategias de las empresas.

«El futuro de la sostenibilidad empresarial en el sector inmobiliario no depende únicamente de la regulación gubernamental, sino también de la presión del mercado y de los inversores. Si bien una sobrecarga normativa puede frenar la innovación y la inversión, una desregulación extrema pone en riesgo la resiliencia de los activos a largo plazo. La clave está en encontrar un equilibrio entre incentivos y normativas flexibles que permitan avanzar hacia un modelo de inversión responsable sin asfixiar el desarrollo económico. Aun si la política cambia, la demanda por activos sostenibles seguirá creciendo, porque la sostenibilidad ya no es solo una obligación, sino una ventaja competitiva real. «

El desafío de la auto-regulación en el sector inmobiliario

Dado que la inversión responsable ha sido adoptada de forma voluntaria por muchas empresas, una potencial reducción de regulaciones no necesariamente significará un retroceso total. Empresas líderes en el sector inmobiliario ya han incorporado criterios de sostenibilidad empresarial como parte de su estrategia de valor. Algunos ejemplos incluyen:

  • Grandes fondos de inversión inmobiliaria que exigen certificaciones sostenibles a sus activos para asegurar su valor en el largo plazo.
  • Promotores que, por demanda del mercado, están adoptando tecnologías de construcción más eficientes y materiales de bajo impacto ambiental.
  • Empresas que implementan estrategias de economía circular en sus proyectos para reducir residuos y consumo de energía.

 

Sin embargo, la ausencia de una regulación mínima podría generar un riesgo de «greenwashing», donde algunas empresas utilicen la sostenibilidad empresarial solo como una herramienta de marketing sin compromisos reales. En este sentido, la presión de inversores y consumidores será clave para mantener la responsabilidad en el sector.

Reflexiones: ¿Hacia dónde nos dirigimos?

El futuro del ESG en un posible segundo mandato de Trump dependerá en gran medida de la respuesta del mercado y de la presión internacional. Aunque es probable que las regulaciones ambientales se flexibilicen, los inversores y consumidores seguirán demandando compromisos reales en inversión responsable. La clave estará en encontrar un equilibrio entre regulación y autonomía empresarial, permitiendo que la sostenibilidad empresarial se convierta en una estrategia de mercado más que en una simple obligación normada.

En definitiva, el planeta seguirá su curso con o sin regulaciones, pero la supervivencia de nuestra especie y la viabilidad de nuestras ciudades dependerán de decisiones coordinadas y responsables. La inversión responsable no puede ser solo una tendencia pasajera ni una herramienta de control excesivo, sino una estrategia realista para asegurar un futuro habitable.

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